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Muchas gracias a Ceccam y todo su equipo por mantener la lucha, la información y comunicación, acerca de la problematica y movimientos relacionados con la protección de nuestro Maíz y nuestro patrimonio.
Acudieron en el marco de una semana de Jornadas contra el Maíz Transgénico, organizadas por Jóvenes ante la Emergencia Nacional, YoSoy132 Ambiental, Red en Defensa del Maíz, Ceccam, Asamblea Nacional de Afectados Ambientales, Vía Campesina, Unorca, Movimiento Urbano Popular, Uprez, Grupo ETC, Grain; a varias conferencias, actividades y una pre-audiencia del Tribunal Permanente de los Pueblos en Oaxaca, sobre contaminación transgénica del maíz.
Vandana Shiva relató que con la entrada de Monsanto a los campos en India, primero con semillas híbridas y ahora transgénicas, los agricultores de algodón, antes conocidos por un buen nivel de ingresos, ahora forman la región donde hay más suicidios, por no poder pagar sus deudas. Son 270 mil suicidios de agricultores en los últimos años. Mientras que en México, dijo Shiva, pudo disfrutar de los colores y alegría de las luchas, de los cantos y rituales por el maíz, la única música que escucha en los pueblos donde plantan algodón transgénico es la marcha fúnebre.
La contaminación transgénica es intencional, explicó Camila Montecinos, de Grain, y es parte de la estrategia de las empresas para apurar la aprobación de los transgénicos. Empiezan con el contrabando de semillas para siembra –dándolas a agricultores dispuestos o engañados– o distribuyéndolas para alimentación, como en México ha hecho Diconsa, sin avisar que son transgénicas, desatando así la contaminación. Luego las empresas arguyen que es un hecho consumado que no queda más que legalizar. Los transgénicos se apoyan en mitos, agregó, que han quedado al descubierto: hay numerosas evidencias de que producen menos y usan más tóxicos. En países donde se han sembrado por años, como Argentina (segundo productor mundial de transgénicos) causaron una reforma agraria invertida: cada vez menos agricultores, con propiedades cada vez más grandes. De ser un país con buen nivel de alimentación, ahora es un país con creciente desnutrición. Los transgénicos, continuó Montecinos, no son para agricultores chicos, ni medianos, ni siquiera grandes individuales: son para agricultura industrial empresarial, para que toda la producción alimentaria quede en manos de grandes empresas. Incluso en Estados Unidos, agricultores grandes están protestando por el monopolio, por juicios al ser contaminados y otros abusos de Monsanto, al tiempo que sus semillas transgénicas producen menos y cuestan más.
Los tres coinciden en que la contaminación del maíz en México, su centro de origen, es un hecho inusitado en la historia de la agricultura y la alimentación, con graves repercusiones a nivel global, por lo que la amenaza de contaminación masiva por la liberación comercial es un tema mundial, que va mucho más allá de México. Contaminar el centro de origen es una estrategia intencional de las empresas: si lo logran aquí, con un cultivo de tal importancia económica, cultural, alimentaria, podrán seguir en cualquier otra parte, arguyendo que no puede ser peor. Estamos en ciernes de un crimen histórico.
Mooney, quien por décadas ha participado en las negociaciones de la Organización para la Agricultura y la Alimentación de Naciones Unidas (FAO), estaba presente cuando hace treinta años el delegado de México a la FAO peleó duramente para crear la Comisión de Recursos Fitogenéticos en ese organismo, aludiendo que para México era imprescindible e ineludible defender el centro de origen del maíz, por la alimentación en México y el resto del mundo. Contrasta tristemente con la actitud de los gobiernos de México actuales, que han permitido, sin razón, ignorando incluso a sus propias instituciones especializadas, la experimentación con maíz transgénico, y ahora consideran su liberación masiva.
Este es el núcleo de la carta que entregaron las organizaciones mencionadas a José Graziano da Silva, director de la FAO, en su visita a México, reclamando que la FAO debe asumir su responsabilidad para impedir la destrucción programada del centro de origen mundial del maíz. En una protesta en las oficinas de FAO, demandaron también al organismo no avalar la Cruzada contra el Hambre, por ser un proyecto que favorece a las transnacionales y aumentará el hambre, culminando estas Jornadas. Pero la lucha sigue y no terminará. Como el maíz campesino, seguirá creciendo en muchas formas y colores.
*Investigadora del Grupo ETC
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PARA ESTAR INFORMADOS
En comparación, los campesinos mexicanos siembran anualmente unos cien millardos de semillas genéticamente diferentes de 59 razas nativas. La cosecha es de unos 20 billones de granos de maíz nativo, que fueron expuestos a tensiones ambientales durante su cultivo. De aquellos, las mujeres campesinas seleccionan cien millardos como semilla para la siembra y el resto es consumido como alimento.
Se maneja cada año 20 veces la biodiversidad que hay en los bancos de semilla del mundo, sobre la que se ejerce gran presión de selección (una semilla de cada 100) para favorecer aquellas que por sus rasgos morfológicos representan el ideal para su consumo pluricultural. Los productores intercambian su semilla dentro de la comunidad, habiendo también productores que venden semilla local o regionalmente.
Todo esto conforma un megaexperimento de
mejoramiento genético autóctonosin paralelo en el mundo, dinámico, y realizado por el habitante de Mesoamérica sin pausa desde hace más de 6 mil años, que diversificó y sigue diversificando al maíz.
Durante los últimos 100 años, el
mejoramiento genético mendelianoha extraído del reservorio genético mundial del maíz todos los caracteres que definen a todos los híbridos no transgénicos bajo cultivo en el mundo y también de los transgénicos, excepto por sus contados caracteres noveles insertos. La ciencia como tal no ha creado esos caracteres; son los 62 grupos étnicos de México y sus ancestros, los creadores legítimos del maíz, de su biodiversidad funcional, y sus mayordomos en México. La mitad de la semilla de maíz sembrada en México corresponde a sus más de 59 razas nativas. Entre 25 y 30 por ciento corresponde a híbridos modernos vendidos por un puñado de empresas multinacionales y por más de 70 medianas y pequeñas empresas de semilla de capital nacional. El resto de la semilla corresponde a materiales
acriolladosproducto de la interacción genética entre los maíces mejorados y las razas nativas.
Entre el entramado legal que rige a la propiedad intelectual en México destaca la Ley Federal de Variedades Vegetales (LFVV), promulgada en 1996, compatible con el Acta de la Unión Internacional para la Protección de las Obtenciones Vegetales (UPOV) de 1978. Este acta protege los derechos del obtentor, destacando el Privilegio del Campesino y el derecho del Fitomejorador. En cambio, las leyes homólogas de los países industrializados son compatibles con el acta posterior de UPOV de 1991, que valida patentar a los seres vivos, por lo que la industria de los cultivos transgénicos los patenta, adquiriendo el derecho legal al cobro de regalías. Quienes las pagan en estos países son a) los productores que voluntariamente establecen contratos con la industria para el uso de su tecnología, y b) los productores de granos o de semillas, bajo mandato judicial, cuando la variedad que siembran o comercializan haya sido voluntaria o involuntariamente contaminada con los transgenes patentados, y sujetos a juicio.
México y otros países que son centros de origen y/o de diversificación de especies cultivadas experimentan presiones exógenas para adoptar el acta UPOV 1991. Como efecto de ese cabildeo, el Senado mexicano aprobó en 2012 la modificación de la LFVV para, entre otras disposiciones, permitir patentar a los seres vivos y, con esto, el cambio de posición de México, ahora al acta UPOV 1991. Afortunadamente, la modificación fue suspendida por la 61 Legislatura de la Cámara de Diputados.
La aprobación eventual de la modificación a la LFVV, así como el permiso para la siembra de maíz transgénico a escala comercial en el norte del país, tendrían profundas implicaciones en el cultivo de maíz en México, que no serían para el bien de la nación. En el plazo corto, desaparecerían las medianas y pequeñas empresas productoras y comercializadoras de maíces mejorados no transgénicos –en su inmensa mayoría híbridos y variedades públicas– en esa región.
La razón es que será imposible impedir la contaminación no deseada de sus líneas parentales, al convivir en el campo con las siembras comerciales de maíz transgénico. Ante la ley, su semilla sería considerada
pirata. El pago de regalías a la industria las haría quebrar. Desaparecería el maíz mejorado no transgénico de esa región de México, porque el puñado de empresas multinacionales de semilla es el mismo que busca introducir el maíz transgénico. La contaminación transgénica consumaría el monopolio de la industria en el mercado de semilla, sin ganancia alguna para la seguridad alimentaria nacional.
A largo plazo, el reservorio genético de maíz nativo mexicano sería afectado de dos maneras por lo menos: 1) por la acumulación progresiva e irreversible de ADN transgénico en las razas nativas, cuyo estudio ha sido propuesto desde 2009, sin conseguirse financiamiento público: tal contaminación podría reducir la biodiversidad genética del maíz nativo y de sus parientes silvestres, y 2) cualquier semilla contaminada, nativa o no, sería considerada semilla pirata. Esto equivaldría a despojar, mediante la ley, a los 62 grupos étnicos de México de su mayordomía del principal reservorio genético de maíz del mundo. Mientras más rápido avanzara la contaminación de las razas nativas de maíz, más rápido ocurriría el despojo. La contaminación de los maíces nativos de México le conviene a la industria de los transgénicos, porque favorecería su capitalización y la consolidación irreversible de su monopolio.
* espinoale@yahoo.com.mx
** aturrent37@yahoo.com.mx
Para que no toquen nuestro maíz
Entre el 15 y el 17 de enero se reunió en asamblea la Red en Defensa del Maíz (rdm), en la que se reconocen más de mil 200 comunidades de unos 22 estados de la República.
La rdm lleva once años manteniendo a raya los transgénicos con la decisión —comunitaria, regional, nacional— de no dejar pasar semillas ajenas ni de la asistencia gubernamental; defendiendo la vida completa de los pueblos que se preocupan por cuidar el maíz, lo que implica que las comunidades reivindiquen activamente sus territorios y autogobiernos.
Ahora, la situación dio un vuelco. Felipe Calderón no pudo aprobar los permisos de siembra comercial de maíces transgénicos que están solicitando Monsanto, Pioneer y Dow, por la presión social que ejercieron las comunidades campesinas e indígenas, las organizaciones estudiantiles, el movimiento urbano popular y los investigadores nacionales e internacionales.
Pero el horizonte con Enrique Peña Nieto no es menos ominoso. Su llamada “Cruzada Nacional contra el Hambre”, muy lucidora ante organismos internacionales y opinión pública, podría tener a los transgénicos como justificación para acaparamientos de tierra, monocultivos y agricultura industrial con sus paquetes de agrotóxicos, derechos de propiedad intelectual y criminalización de las semillas nativas. Todo, en aras de programas autoritarios de intensificación de cultivos “para paliar el hambre”. No nos engañemos. Los transgénicos promueven todo lo anterior pero el hambre sólo la resuelven las propias comunidades, siempre.
Que las cruzadas contra el hambre son contrainsurgentes lo demuestra el hecho de que todavía no faltan alimentos en el mundo sino la voluntad política mínima para actuar con justicia.
Como tal, la rdm refuerza sus alianzas nacionales e internacionales, promueve una amplia reflexión sobre las implicaciones desastrosas de los transgénicos para la diversidad del maíz en su centro de origen, y reivindica sus exigencias dentro del Tribunal Permanente de los Pueblos, que sesionará en México todavía dos años más.
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